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¿Hacia dónde navega el transporte marítimo?

Las tres claves para entender una nueva era.

Por Justin Facey

Carga de mercancía en bodegas de barco
Más rápido. Más grande. Durante las últimas décadas, el transporte marítimo ha obedecido implacablemente a estas dos peticiones realizadas por la industria internacional. Y lo ha hecho con tanta eficiencia que, de promedio, los portacontenedores que en 2021 han estado surcando los mares de nuestro planeta son cuatro veces más grandes que aquellos que navegaban a comienzos del siglo XXI. Y los petroleros aún han crecido más. También han incrementado su velocidad en ambos casos. Así, con más capacidad de carga y más velocidad, han ido descendiendo paulatinamente el costo de los fletes.

Solo entendiendo esta optimización de la industria naviera se puede comprender el fenómeno económico de las últimas décadas que llamamos globalización. En él se han ido retroalimentando, hasta formar una fabulosa espiral, la deslocalización de la industria, el comercio internacional y el gigantismo de los buques (tienes más datos aquí). Pero este ciclo ha llegado a su fin. Estas son las tres claves que lo explican:



Descarbonizar el transporte marítimo 


Según los informes de la UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo), el transporte marítimo movió en 2019 más de 11.000 millones de toneladas de materiales por todo el mundo. Hablamos de una flota de 98.000 buques que consume, en su conjunto, unos 300 millones de toneladas de combustible y que libera a la atmósfera y a los océanos más del 3% de las emisiones mundiales de dióxido de carbono.


Estamos ante una situación claramente insostenible.


Porque la descarbonización ya no es un asunto de adolescentes del primer mundo, sino una cuestión de supervivencia del ser humano. Por eso se ha convertido en el gran reto para la economía mundial y para el propio sector marítimo (esta es la opinión del Foro Económico Mundial). Y por eso también, el pasado mes de octubre de 2021, el Foro Marítimo Mundial lanzó la Coalición Getting to Zero: una propuesta para involucrar a gobiernos, industria y organismos internacionales en el reto de conseguir un transporte marítimo neutro en emisiones a partir de 2050.


Todos los actores saben que esta transición no va a ser fácil. De momento, se está trabajando en los cambios de combustible, pero la realidad es que, por ahora, no hay un modelo escalable que se haya definido. Y, mientras se investiga, todo apunta a que la flota realmente se irá ajustando a las nuevas necesidades de la industria. Porque ahí también se están produciendo grandes transformaciones.





Nuevas necesidades en la industria


La crisis de la logística internacional producida por el COVID-19 dejó al descubierto la vulnerabilidad de grandes espacios industriales que, de la noche a la mañana, se encontraron paralizados y sin posibilidad de servir pedidos en firme. Adiós Just in Time. La alarma sonó en todos los sectores. Y esa es una de las causas principales por las que, después de décadas de globalización, la relocalización comienza a ser una realidad. La potencian los propios sectores industriales en busca de espacios regionales cómodos y la impulsan también los estados, deseosos de revalorizar una producción de cercanía.


Evidentemente, esta más que probable relocalización de la industria va a suponer, en el medio y largo plazo, una merma considerable en el comercio internacional. Aunque también va a contribuir a ello la reconfiguración de la oferta y la demanda que se está generando ya a nivel mundial debido a la potenciación de nuevas energías.





El poder de las fuentes de energías renovables


Las nuevas energías es el tercero de los factores a considerar a la hora de valorar el futuro del comercio marítimo. Porque, si los combustibles fósiles dejan de ser protagonistas en la economía internacional, ¿cómo no comenzar a calcular ya en el descenso del tráfico de petroleros por nuestros océanos?


Pero no se trata solo de que el viento, el sol o las mareas proporcionen energía allá donde se necesite, es que esto apunta también a una nueva geografía para las materias primas. Y es que, ¿por qué trasladar la bauxita de un extremo a otro del planeta cuando podemos conseguir aluminio verde instalando junto a las minas el centro de transformación correspondiente alimentado por energía solar? Y ¿por qué seguir embarcando mineral de hierro en vez de llevar electricidad eólica a las zonas productoras?


Si miramos estas soluciones como algo factible e incluso deseable, es fácil asumir que también por esta vía se reducirá una buena parte del comercio a través de los océanos. Y para imaginar en qué medida, solo hay que tener en cuenta que la carga seca a granel supone actualmente el 45% del volumen marítimo mundial.





Hacia un nuevo modelo de comercio marítimo


Es evidente que la descarbonización en la industria y la energía va a implicar también la del transporte marítimo por la vía de reducir de forma importante los volúmenes en el traslado de materiales. ¿Qué significará esta nueva realidad para la industria naval? La Danish Ship Finance apuesta en sus últimos informes por una transición hacia buques más pequeños y viajes más cortos. Aunque todo ello sucederá en el largo plazo. De momento, a juicio de sus expertos, parece probable que, antes de llegar a ese escenario, la transición energética conducirá a un periodo inmediato de alta volatilidad. Y en KENSA sabemos que estaremos ahí para ayudar a nuestros clientes a navegar los tiempos complicados que puedan venir.


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mapa de tráfico marítimo en el mundo

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