Sí, la voz de alarma se escuchó a partir de la reciente crisis, pero lo cierto es que la tendencia ya estaba sobre la mesa (y sobre el papel) en muchos ámbitos. La Organización Mundial del Comercio ya había registrado un descenso del volumen de mercancías en el año 2019 (solo del 0,1%, pero suficiente como para indicar una tendencia) y las tensiones comerciales originadas entre USA y China o por culpa del Brexit estaban marcando un retroceso de esa interdependencia comercial tan grande.

Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de desglobalización? ¿de regresar al modelo anterior a esa globalización que ha pasado décadas creciendo y que ha sacado de la miseria a millones de personas?, ¿de reimplantar industrias en determinados territorios que cerraron sus fábricas hace años? Todo indica que la propuesta no entraña una auténtica vuelta al pasado, sino la necesidad de repensar muchas industrias. 

Este trabajo de replanteamiento (y de rediseño en muchos casos) nos permite ver que, en algunos sectores, la digitalización, la automatización y la industria 4.0 va a permitir que las fábricas resurjan en algunos países ricos, aunque con muchos menos empleados que antes y solo si cuentan con personal altamente cualificado. En otros sectores, el cambio implicará caminar hacia una regionalización, buscando cadenas de suministro más próximas.

Y aquí es donde nuestra nación tiene mucho que decir, sobre todo con relación a sus vecinos del norte. En efecto, Estados Unidos y Canadá están dirigiendo su mirada a México (en realidad, a toda Mesoamérica). Ya son muchas las empresas que están estudiando las relaciones establecidas con nuestro país en sectores como el automotriz, el aeronáutico o el electrónico, su agilidad y su eficiencia. Y se preguntan si estos modelos no podrían trasladarse a otros sectores industriales. 

Los empresarios de México sabemos que es posible. En la nación hay talento y ganas. Si sabemos incorporar un impulso claro desde la administración, los cambios que se avecinan pueden ser muy interesantes para todos nosotros. Si a esta coyuntura añadimos la realidad que impone el T-MEC, podemos ser optimistas. Incluso en este escenario de pandemia en el que aún estamos envueltos.