La consultora PwC, en un reciente estudio sobre las empresas con propósito realizado en Chile recogía estas palabras de su socio principal: “Todo emprendedor inicia su aventura con un propósito. Quiere generar un cambio en el mundo, satisfacer una necesidad o resolver un problema. Si no fuese así, no sería un negocio exitoso. Debemos reconectarnos con ese origen. Todas las empresas lo tienen, solo hay que hacerlo explícito para luego darle vida”. 

En efecto, hay que declarar, hay que hacer público lo que nos mueve para luego poder darle forma y ponerlo en acción. Pero sin esa guía, no es posible. Lo que desencadenan esas palabras es increíble, porque una empresa con propósito tiene muchas ventajas. 

Porque una empresa que tiene una misión definida consigue que su equipo luche por algo más que los beneficios de los accionistas. El grupo trabajará para resolver problemas concretos de personas concretas, peleará por generar un pequeño cambio cada día y se implicará con cada meta en la que se vaya traduciendo ese propósito general.

Porque una empresa con propósito extiende esa meta a todos sus stakeholders y los hace partícipes de sus ganas de mejorar el entorno. Así los clientes y proveedores se sienten parte de algo mayor, mucho más que compradores de mercancías o prestadores de servicios. Nadie deja de hacer buenos negocios, por supuesto, pero el foco se traslada desde el dinero hacia algo más elevado.

Las empresas con propósito tienen muy claro hacia dónde apunta su norte. Por eso, cuando se encuentran en un cruce de caminos, el propósito corporativo actúa como la brújula que apunta hacia el largo plazo y permite seguir un rumbo coherente.

Si tenemos en cuenta que la marca es la forma más evidente de diferenciarnos en mitad de la multitud del mercado, el propósito de la empresa se convertirá en parte de esa diferencia que hace que una empresa sea única.

Y tu empresa, ¿ha declarado ya su propósito?