La fatiga que nos ocasiona la pandemia es evidente. La vacunación avanza a paso lento, las precauciones tienen que seguir presentes y el aislamiento y la soledad pesan. Por eso, muchas de las personas que han permanecido trabajando desde sus casas desean regresar a sus centros de trabajo. Pero ya no están dispuestas a pasar en él los cinco días de la semana. 

Y es que la realidad nos ha enseñado que, aunque se necesite el ambiente colaborativo de una oficina, también se puede trabajar en pijama con un alto rendimiento. Y esa es la razón por la que grandes compañías como Google, Unilever o Microsoft están ya planificando un nuevo modo de organizar las tareas que incluye un par de días de home office. 

Este modelo híbrido tiene la gran ventaja de recoger las ventajas de los dos mundos:

El modelo presencial favorece la socialización de los equipos, mejora el vínculo de las personas trabajadoras con la empresa y fortalece el compromiso de todos con los objetivos señalados. Además, la posibilidad de conectar, intercambiar ideas y de hacer todo ello en ámbitos informales son elementos que dan impulso a la innovación, la creatividad y el aprendizaje constante.

Por su parte, el trabajo en casa mejora la conciliación de la vida familiar y profesional, favorece la digitalización del tejido empresarial y contribuye a reducir los costes operativos. Además, el ahorro en desplazamientos supone más tiempo libre para las personas y un respiro para el planeta.

Por todo ello, y según los estudios más recientes, la mayoría los trabajadores desearían contar con un modelo mixto de trabajo. Especialmente los millennials, que estarían dispuestos a cobrar menos si se les concediera esa flexibilidad.

Aún no hemos visto el final de la pandemia, pero todo apunta a que el futuro nos conduce hacia esta combinación de casa y oficina El reto será que todas las empresas necesitamos para ello una estrategia clara, transparencia total y objetivos perfectamente definidos.